UN TIEMPO DE HAMACAS Y DE LUNAS
No recuerdo si me lo contaba o si me lo cantaba, pero siempre que cierro los ojos para evocar el pasado lo veo, sumido en un silencio de soles y de nubes, en una herencia de tiempo que desemboca en mis propias nostalgias…
No recuerdo bien lo que cantaba, pero estoy segura de que eran canciones para ser evocadas en todos los tiempos. Así él susurraba melodiosamente sobre mis cabellos aquello que buscaba entre sus ropas: la niñez, la caricia de la madre, la mirada del padre…
El había construido la hamaca, había cortado la madera y elegido la cadena. El me hamacaba cada noche de verano cuando la luna palpitaba encendida sobre la parra y los pájaros dormían en la entraña oscura de los árboles y mi madre juntaba la vajilla de la mesa, y mi padre fumaba mientras observaba que mi cuerpo, pequeño y frágil, se abandonaba soñoliento entre sus manos de herrero y su voz de inmigrante.
El era así, auténtico, hosco, atravesado por el peso de quienes llegaron y nunca más volvieron; pero yo sé que la ternura lo había conquistado. Sabía cantar muy bien las canciones de su tierra, y yo había aprendido a participar de sus comidas, de sus costumbres, de la seriedad de su sonrisa y la devoción de sus canciones.
Sigue cantando abuelo…yo escucho todavía –en noches de luna- el cloqueo de las hojas de la parra, el desconcierto de algunos pájaros desvelados por la sonoridad del canto; sigue cantando abuelo…, yo recuerdo todavía la escena observada por mis padres, mis cabellos de niña enredados en el aliento de tus palabras, yo sigo conservando la abundancia de familia en el alma…
Autora: Elbis Gilardi.
(El abuelo de esta historia es Andrés Göttier, el padre de mi madre: Elba Göttier de Gilardi)
MARAVILLOSA PAMPA
Es por esta llanura
Donde guarneció el sol
Las mejores orquídeas del ocaso.
Es por estos andenes
De trigos y eucaliptus
Donde calcó la luna
Las estelas del lucero.
Es por esos silencios
De tordos, horneros y calandrias
Que el camino se hizo Patria.
Es por la silueta inocua
De los carros
Que se recogieron espigas
Abonando el desarraigo
Y el feroz asentamiento
De los suizos.
Es por el vientre
De esta madre
Que germinaron elegías
Al molino,
A la siembra,
A los cardos,
Al exilio,
A la otra idiosincrasia
Que nacía.
Es por esta maravilla
De los llanos
Que creció la hierba
De la historia,
Junto a humo tesonero
De los hornos
Y al crocante masaje
De la harina.
Es aquí
Donde el padre y la madre
Nutrieron el surco de la patria
Con sus manos,
Su angustia,
Su cerrado lenguaje de conquista.
Es aquí
Donde aprendieron a zurcir
Los retoños de la pampa
Con las últimas hebras de la vida.
Elbis Gilardi
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