El
2 de enero, recordando los 150 años de la Defensa y Caída de Paysandú,
vivimos una jornada extraordinaria en la Plaza Constitución.Escuchamos a
la Banda y Coro Mpal., se proyectó un video realizado en la época de la
Administración Lamas, etc. Pero el plato fuerte de la noche lo fue la
intervención de Mario Delgado Aparain, presentado por María Julia
Burgueño, y sentado en la silla y el escritorio del gran transformador
de Paysandú, el Jefe Político de aquel entonces, Basilio Pinilla!! (que
murió en noviembre del 64, debido a una herida en un brazo cuando meses
antes enfrentaba a las huestes de Venancio Flores).
Ya
había presentado la primera edición de su libro en Paysandú, por allá
por el 2003-2004, en el Florencio Sanchez. Despues de esa ocasión, el
Intendente Alvaro Lamas, tuvo la fuerza y el coraje de proponer a la
Junta Deptal. (y ésta lo aprobó), el cambio de nombre de la Plaza Flores
por la de José Pedro Varela.(Algo siempre prometido por los gobernantes
del P.Nacional, desde 1958, y que nunca se había concretado).
Nuevamente Mario, nos emocionó y se emocionó con sus relatos, sus reflexiones, sus análisis históricos.
Adjuntamos párrafos transcriptos por EL TELEGRAFO, enfoque que compartimos.
RUBENS STAGNO
Coordinador
….
“La protagonista de la Defensa fue la ciudad”, afirmó Delgado Aparaín
Locales | 04 Ene
“Esta es una reedición muy especial de ‘No robarás las botas de los
muertos’, que ya lleva su octava edición, porque tiene un posfacio del
historiador Gerardo Caetano, quien tiene la virtud de ubicar el
acontecimiento de Paysandú de diciembre de 1864 en un contexto histórico
más abarcativo, latinoamericano, atendiendo que el sitio a la ciudad
fue la puerta de entrada a una de las guerras más terribles de la época
contemporánea, la Guerra de la Triple Alianza”.
Así explicó la novedad de la última edición de la novela histórica que se desarrolla durante la Defensa de Paysandú su autor, Mario Delgado Aparaín, quien por “No robarás las botas de los muertos” ganó el premio Bartolomé Hidalgo en 2005, año de su primera edición.Delgado Aparaín subrayó que “quienes defendían a Paysandú contra el imperio brasileño y sus 16.000 soldados, más los 4.000 de Flores, más la armada del almirante Tamandaré no estaban levantando la bandera del Partido Nacional. Los que seguían a Leandro Gómez eran blancos, colorados, franceses, italianos, españoles, ligures. Es decir, seguían a Leandro Gómez porque estaban defendiendo la ciudad, su hábitat, su casa, su patio, su azotea, sus cocinas, sus dormitorios. Y cuando ellos defendían con la vida el lugar donde vivían, estaban ejerciendo la soberanía, defendiendo legítimamente el metro cuadrado de tierra donde estaba ubicada la persona”.
Por eso, “cuando se trata de confundir en el sentido de asimilar el sitio de Paysandú y su contracara la Defensa de Paysandú con un acontecimiento partidario, es un error. Como dicen los astrónomos, de paralaje, cuando se quiere ver una estrella y se percibe otra”. Y aunque de aquellos defensores “ninguno podía tener una visión de la historia, de sí mismo en la historia, sí tenían conciencia plena de que estaban defendiendo su derecho a vivir, su condición humana”. El autor, quien recientemente ha publicado “El hombre de Bruselas”, una sátira a los gobiernos locales, que cuenta la historia de un alcalde que quiere suicidarse porque no soportaría perder las elecciones, lo que parece inminente porque hay un enorme pozo en el medio de la calle principal, sostiene que el punto de partida de la novela histórica fue “la pasión por la historia”.
A Delgado Aparaín, un periodista de vasta experiencia y que se define como “experto en reportajes y nada más” y quien le hizo el último reportaje a Jorge Luis Borges, le impactó “la actitud de una ciudad entera para defenderse a sí misma de una agresión brutal desmedida”, hecho que “me despertó una admiración profunda, porque si uno abusa un poco más de la percepción o la inteligencia, se da cuenta que la protagonista de la Defensa fue la ciudad”.
La Defensa “no tiene nombre ni apellido. Fue la ciudad y una ciudad a la hora de desarrollarse o de morir es un organismo vivo, que respira y se nutre, se defiende, ejerce el instinto de conservación. Y esta ciudad no se rindió. Otros sitios legendarios no tuvieron esa determinación. Está el caso de Masada, en Israel, contra el imperio romano, donde decidieron autoeliminarse todos”. En Paysandú, en contraste, “eso no pasó siquiera por la cabeza de los defensores. La consigna era real: hasta sucumbir. Y eso a mí me mantuvo motivado para que a la hora de plasmar una historia fuese convincente y al mismo tiempo desprovista de la subjetividad, de la partidización”.
La producción del libro le llevó ocho años y “después de mucho pensar cómo hacerlo, adopté a dos protagonistas, uno de ellos un andaluz llevado por la fuerza de las circunstancias. Se vio involucrado en una banda de ladrones negros y cayó preso en un calabozo de Paysandú, justo cuando se estaba estableciendo el sitio. Era alguien a quien a su vez le gustaba mucho escribir. Llevaba un pequeño diario que lo pudo desarrollar cuando conoció a Hermógenes Masanti, cuyo diario real me sirvió como punto de referencia maravilloso”.
Así explicó la novedad de la última edición de la novela histórica que se desarrolla durante la Defensa de Paysandú su autor, Mario Delgado Aparaín, quien por “No robarás las botas de los muertos” ganó el premio Bartolomé Hidalgo en 2005, año de su primera edición.Delgado Aparaín subrayó que “quienes defendían a Paysandú contra el imperio brasileño y sus 16.000 soldados, más los 4.000 de Flores, más la armada del almirante Tamandaré no estaban levantando la bandera del Partido Nacional. Los que seguían a Leandro Gómez eran blancos, colorados, franceses, italianos, españoles, ligures. Es decir, seguían a Leandro Gómez porque estaban defendiendo la ciudad, su hábitat, su casa, su patio, su azotea, sus cocinas, sus dormitorios. Y cuando ellos defendían con la vida el lugar donde vivían, estaban ejerciendo la soberanía, defendiendo legítimamente el metro cuadrado de tierra donde estaba ubicada la persona”.
Por eso, “cuando se trata de confundir en el sentido de asimilar el sitio de Paysandú y su contracara la Defensa de Paysandú con un acontecimiento partidario, es un error. Como dicen los astrónomos, de paralaje, cuando se quiere ver una estrella y se percibe otra”. Y aunque de aquellos defensores “ninguno podía tener una visión de la historia, de sí mismo en la historia, sí tenían conciencia plena de que estaban defendiendo su derecho a vivir, su condición humana”. El autor, quien recientemente ha publicado “El hombre de Bruselas”, una sátira a los gobiernos locales, que cuenta la historia de un alcalde que quiere suicidarse porque no soportaría perder las elecciones, lo que parece inminente porque hay un enorme pozo en el medio de la calle principal, sostiene que el punto de partida de la novela histórica fue “la pasión por la historia”.
A Delgado Aparaín, un periodista de vasta experiencia y que se define como “experto en reportajes y nada más” y quien le hizo el último reportaje a Jorge Luis Borges, le impactó “la actitud de una ciudad entera para defenderse a sí misma de una agresión brutal desmedida”, hecho que “me despertó una admiración profunda, porque si uno abusa un poco más de la percepción o la inteligencia, se da cuenta que la protagonista de la Defensa fue la ciudad”.
La Defensa “no tiene nombre ni apellido. Fue la ciudad y una ciudad a la hora de desarrollarse o de morir es un organismo vivo, que respira y se nutre, se defiende, ejerce el instinto de conservación. Y esta ciudad no se rindió. Otros sitios legendarios no tuvieron esa determinación. Está el caso de Masada, en Israel, contra el imperio romano, donde decidieron autoeliminarse todos”. En Paysandú, en contraste, “eso no pasó siquiera por la cabeza de los defensores. La consigna era real: hasta sucumbir. Y eso a mí me mantuvo motivado para que a la hora de plasmar una historia fuese convincente y al mismo tiempo desprovista de la subjetividad, de la partidización”.
La producción del libro le llevó ocho años y “después de mucho pensar cómo hacerlo, adopté a dos protagonistas, uno de ellos un andaluz llevado por la fuerza de las circunstancias. Se vio involucrado en una banda de ladrones negros y cayó preso en un calabozo de Paysandú, justo cuando se estaba estableciendo el sitio. Era alguien a quien a su vez le gustaba mucho escribir. Llevaba un pequeño diario que lo pudo desarrollar cuando conoció a Hermógenes Masanti, cuyo diario real me sirvió como punto de referencia maravilloso”.
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